jueves, 29 de julio de 2010

Eres, tal y como decían, el azufre que cubría mis sábanas cada madrugada. El frío provocado por el llanto se prolonga hasta congelar el alma del conquistador. Vienes hacia mí y me dedicas la mejor de tus sonrisas, esparciendo el dolor sobre el adoquine, pisoteándolo. Ya no importa el desgarro provocado en las finas fibras del cuerpo, todo se ve ensangrentado, y a la vez, es imposible de percibir. Eres libre, ¿no lo recuerdas? A partir de este día, no tienes por qué darle pinceladas negras al amor.
¡Venga! La felicidad te espera desde las 12 y media y llegas tarde. No la cabrees.
Espera, ¿¡qué haces!? No, no vuelvas, no te equivoques, tienes una vida entera por delante, delante...¿de qué? No...me hagas caso.
Ven...agárrate.

. . .

Lo siento, creo que el vino me está afectando después de todo.